Hoy me toco ir a clase, una de las últimas que me toca en
este año. El ciclo ya concluye, la vida de universitario-y sobre todo de
alumno-se termina y ya se siente el aroma de adiós, aquel que solo se huele y
se siente cuando ya estas a punto de irte.
Era martes por la noche y como siempre tocó revisar y hacer
los papeles que sirven para poder sacar el tan ansiado bachiller. Primero recoger
una constancia de curso, luego una carta de presentación para un curro (por
curro entiéndase, trabajo) que me haría valer como practica en empresa y luego
el trato que te dan, ya no como alumno sino como semi profesional.
Cuando inicie la
carrera, se me hizo fácil. No hubo brecha o choque que otros sufrieron y que
dejaron la universidad o se cambiaron de carrera. Pero me di cuenta que hasta
el V ciclo, el trato entre de profesor y alumno era normal.
Profesor, mañana le presento el informe. Ya hijo, pero con
menos nota. Ahora en el X ya no existe le presento mañana, tan simple porque ya
no le ves sino hasta la otra semana. A tan solo tres cursos a la semana, uno ya
se siete raro y hasta dice: ¿porque ir a la universidad? Si solo llevas 3
cursos. Y de esos tres, dos son de ir solo por cumplir mientras que uno si es
importante.
Antes, salías de la universidad y lo que hacías era o bien
ir de farra o llegar a tu casa a ver televisión. Pero ahora, sales de clase y
no puedes ir de farra porque mañana en la mañana tienes que ir al curro. Ya no
puedes llegar a ver televisión porque sabes que tienes que avanzar tu tesis o
el trabajo que ha quedado para casa.
Aunque por otro lado, el sentimiento que ya eres un
profesional te hace tener fuerzas y te motiva a seguir-en plan de avance-hasta
llegar a que Lu Castañeda te diga: “dígame; licenciado…” no habrá otra
satisfacción que te digan Licenciado.
Hasta el momento, a seguir estudiando hasta el día de la
graduación.
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